Vivimos en una sociedad tan superficial que cualquier propuesta de fiesta adornada con cualquier motivo nos cautiva y nos metemos de cabeza en su presencia. Somos tan inconscientes que quitamos cualquier elemento de reflexión frente a lo aparente. Halloween es presentado como una fiesta de disfraces en la que se reparten caramelos y donde los niños pueden vestirse de forma estrafalaria; la realidad es que es una celebración pagana con grandes dosis de superstición que la sociedad actual prefiere soslayar y presentarla con un perfil de disfrute y simpatía lejos de su significado real. Efectivamente este tipo de fiestas paganas que rendían pleitesía a espíritus de la muerte, estaban sustentadas por el chantaje y extorsión de druidas esotéricos al pueblo ignorante, al débil -o das tu ofrenda o te quemaré la casa, la cosecha…, es decir, ‘truco o trato’, me das lo que quiero o te mandaré todos los males- fueron superadas por la venida de Cristo que nos confirmó que el hombre es valioso para Dios, que nos quiere y que no necesita de sacrificios rituales para satisfacer hambre alguna. Este mensaje cristiano, base de nuestra civilización, nos lleva a celebrar este día de todos los santos frente al culto satánico de la muerte disfrazada de fiesta y explotada comercialmente sin escrúpulos y obtener los beneficios consiguientes de una sociedad como la nuestra, tan adormecida.

No es menor el daño que hace en nosotros trivializar la presencia del mal, del Demonio, en estas celebraciones paganas. El gran triunfo del maligno precisamente es habernos convencido de que no existe. Cualquier manifestación suya es inyectada en la sociedad a modo de fiesta, diversión, pásatelo bien y cualquier reflexión en contra se convierte en una crítica, en ‘no seas exagerado’… si los niños lo pasan de miedo…! si es muy gracioso pintarse de muerto, drácula, fantasma o demás estrafalario personaje! Como decía Chesterton, «cuando dejamos de creer en Dios, somos capaces de creer en cualquier cosa».

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Somos capaces de creer en espíritus, zombies y fantasmas pero incapaces de creernos que el Demonio existe y es un espíritu real de maldad cuyo único objetivo es apartarnos de Dios y por tanto de la salvación.
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La historia nos habla de ese origen pagano de esta fiesta que el pueblo celta celebraba el 31 de octubre en culto al dios de la muerte, Samahin. Si en pleno siglo XXI un párroco católico fuera por todas las casas de su pueblo instando a sus parroquianos a entregar un diezmo frente a una maldición, a exigir la ofrenda de un bebé o una virgen en sacrificio a un dios todopoderoso y vengativo, nos echaríamos las manos a la cabeza y rápidamente desaparecería esta fiesta del calendario. Sin embargo, como todos los centros comerciales se visten de fiesta y celebración, en las casas los niños se disfrazan y se divierten con algo que no entienden pero que reciben caramelos, nuestra valoración es positiva. ¡Qué bien lo pasan los niños! ¡Qué entrañable es esta fiesta!. Pero si van vestidos de momias o fantasmas o muertos o zombies o vampiros o… ¡Que gracioso, ja, ja, ja…!

¿Nos hemos vuelto locos?

Frente a esta locura, la fiesta de todos los santos y la fiesta por los difuntos que celebramos los cristianos acudiendo a los cementerios a adornar con flores las tumbas de descanso de nuestros seres queridos, haciéndoles presentes en nuestro corazón este día de forma especial, a pedir por ellos y a pedirles que intercedan por nosotros, es toda una celebración de la vida aunque parezca lo contrario. No es una celebración triste, ni es una exaltación de la muerte, sino que es un reconocimiento de nuestra mortalidad y un gozo en el don de la eternidad que nos ha regalado Cristo.
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Como última reflexión enfocada a nuestra realidad española siento una ‘mano negra’ detrás de todo este montaje que está muy presente y lucha por quitar a Dios de nuestra vida y que utiliza cualquier escusa para introducir por vía festiva cualquier ataque directo a nuestras raíces cristianas. No es baladí esta táctica de trivializar fiestas y celebraciones cristianas que tienen un significado profundo y que nos unen directamente al cielo. El juego semántico equiparando los ‘muertos divertidos’ que nos vende esta fiesta de Halloween a la muerte cristiana, que es sólo un paso previo a la eternidad y compañía de nuestro creador, es un primer paso para sustituir al Dios que salva por el ‘tonto que divierte’.
Es una falacia que nos venden todos los medios de comunicación intentando que nos creamos que la alegría verdadera del cristiano se puede sustituir por las burbujas de las bebidas espirituosas y las fiestas bobas de disfraces. El hecho religioso es inherente al hombre y de ámbito claramente comunitario que los enemigos de la libertad y dignidad del hombre nos quieren vender como particular y relegado de nuestra realidad. Ambas armas, el engaño semántico del lenguaje y la promoción de la superficialidad o de la fiesta, son instrumentos que utilizan los verdaderos poderes fácticos hábidos de poder, para domeñar al pueblo llano que es ajeno a sus tejemanejes. Ellos sí son los verdaderos seguidores del diablo, que consciente o inconscientemente quieren sustituir el papel del Creador en su favor y gozar de una vida terrena con todos los privilegios y comodidades

Formación, reflexión, cultura y sobre todo cercanía al Señor son nuestras verdaderas armas para vencer el mal

Última modificación: 01/11/2015

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