En estas fechas convulsas e inquietantes que vivimos en España he descubierto al exministro socialista José Luis Corcuera, que me ha causado una gran impresión. De la caricatura del señor de la patada en la puerta al que he oído por primera vez en estos días hay un abismo y destruye la imagen de él que le compré a la prensa en su momento sin preocuparme por profundizar.

La primera reflexión es la de entender ahora posturas y actitudes de muchos españoles, que nos convertimos en masa que manejan los medios de comunicación. Es una consecuencia de la vaguería y del ritmo de vida que llevamos. Es más fácil formar opinión de lo que oímos en la tele, en la radio o nos dicen unos y otros que acudir a las fuentes, leer las declaraciones o pensamientos completos y formar una opinión sobre hechos veraces. De ahí se explica la facilidad con que los medios mueven a las masas y el éxito de partidos como PODEMOS que operan con eficacia en estos ambientes.

Mi admiración a generaciones anteriores a la mía va en esta línea. Son más trabajadores, se han educado en ambientes más austeros, han sufrido limitaciones, tanto materiales como de ideas, y han salido adelante con disciplina, esfuerzo y austeridad. El conocimiento y la experiencia personal de carencias forjan el carácter y afianzan la personalidad; crean, en definitiva, personas de carácter con principios y valores irrenunciables por encima de ventajas a primera vista. Cuando oigo a mi suegro, ya con 90 años, hablar del horror de la guerra civil, se me quitan todas las ganas de volver a sufrir esa debacle y me asombra la frivolidad e irresponsabilidad perpetrada por Zapatero reabriendo esta herida ya curada sólo por razones tácticas. Algo parecido al intento de derribo de la transición por estos descerebrados que piensan que es un juego muy divertido.

A partir de mi generación, es más común el funcionamiento por el ‘me apetece’ frente a ‘hacer lo correcto’, la relativización de todo, la pérdida de referencias y la banalización de lo que se tercie, amen del olvido de Dios. Es lo que ha traído la abundancia y los avances tecnológicos, una sociedad de derechos sin obligaciones. Si no has estado nunca en la montaña pasando varias noches, nunca apreciarás lo que supone, por ejemplo, un cuarto de baño, un grifo con agua corriente, una estufa o simplemente un lugar seco y calentito.

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Todo este despilfarro ha creado niños en vez de hombres, que siguen jugando en el patio con todas sus necesidades y deseos cubiertos. Como se aburren se dedican a poner en el tablero el futuro de sus compatriotas, sus pensiones, su trabajo, lo que sea… Es sólo un pasatiempo en el que cabe cualquier subterfugio para darle un poco de sal al juego. No caen en la cuenta de que juegan con vidas y siguen felices, porque cuando se cansan vuelven a casa donde tienen la mesa preparada y las vacaciones solucionadas; hasta el día siguiente en el que ya verán que se inventan para no aburrirse.

Admiro al hombre de campo, la recidumbre, el sacrificio por tus creencias, la renuncia por un bien mayor. Todo esto brilla por su ausencia en el político que sufrimos. Con sus tripas llenas y sus espaldas cubiertas, cada día salen a la arena a jugarse la vida de los otros, sus patrimonios, sus derechos… pero ¡a ellos no les afecta! Me trasladan del primer banco al quinto, o al cuarto, pero sigo en el club. Y los que venían a derribar las injusticias ya tienen las huchas llenas, ya han comprado su billete y el nuevo perfil tuitero ya vende nuevas patrañas. Son los mismos señoritos criados en la abundancia que se aburren y se han vestido de revolucionarios de salón.

Que esto es malo no es nuevo; ya el gran rey David sufrió el aburrimiento y sedujo a Betsabé y puso a su marido Urías en primera línea de batalla para borrar su pecado con su muerte. Que hay que firmar la paz con los asesinos, se hace; que hay que meter a los terroristas en las instituciones, se hace; que hay que matar a Dios, se hace; que hay que introducir ideología de género, se hace; que hay que gastar y gastar, se suben los impuestos y se hace; que hay que someterse a los nacionalismos, se hace; que hay que votar y votar hasta que a mí se me antoje, se hace; que hay que acallar a la masa con ejemplaridad, se eligen cabezas de turco y se hace; ¡Expropiese!

Sin embargo, en mi inocente esperanza, creo que tras la debacle socialista del pasado fin de semana estamos en la situación idónea para lograr una salida óptima para España. El PP debe forzar al PSOE a pactar una legislatura de reformas larga en la que dé entrada a todas las voces, las suyas, las del PSOE y las de C’s. No debe dejar escapar al PSOE para que se escaquee de su responsabilidad y no debe jugar la carta de terceras elecciones para subir en escaños ante esta debilidad manifiesta. Debe exigir pero dando pleno derecho a la voz de cada interlocutor en la medida de su representatividad. Sería fantástico dar prioridad a las ideas y al bien de España con la participación de estos tres actores, a los que se supone que lo que les mueve es el bien de los españoles.

Reforma de la justicia, educación, ley electoral, estado de las autonomías, separatismos, estado del bienestar…

PD. No me resisto a lanzar un deseo sobre el comentario del Sr. Corcuera respecto a su calidad de Católico no practicante (para mí contradictio in terminis) invitándole a superar prejuicios contra la Iglesia y recuperar la voz del Señor que la creó como instrumento para la salvación.

Última modificación: 05/07/2019

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